viernes, 31 de enero de 2014

La fórmula preferida del profesor



Recientemente he terminado de leer "La formula preferida del profesor" un libro escrito por Yoko Owaga. Con lo de fórmula, se refiere a matemáticas y tengo que decir que yo nunca he sido una gran fan de las matemáticas, de hecho, hasta hace bien poquito las odiaba, me ponían dolor de cabeza. No obstante, este libro, en mi opinión, no se reduce a hablar de matemáticas, se trata de una novela que mezcla esta ciencia en la vida cotidiana de los protagonistas.





Yoko Owaga, como podemos adivinar, es una autora japonesa, que ganó varios premios por la novela de la que hoy hablamos (Hakase no aishita sushiki, 博士の愛した数式, en japonés) aunque no sólo ha escrito ésta, ni mucho menos. 

Tengo que decir que me decidí a leerla al ver un fragmento del libro en un libro de texto de matemáticas de una niña a la que ayudo con los deberes. Como decía, nunca he sido una apasionada de las matemáticas, pero quizás al dar clase de matemáticas como profesora, o al no tener la presión de los exámenes, he empezado a ver su parte bonita - aunque sólo un poquito- así que me dije, a ver de qué va esto.

En La fórmula preferida del profesor, nos ponemos en la piel de una asistenta de unos treinta años que empieza a trabajar en la casa de un viejo profesor de matemáticas. Pero no se trata de un profesor cualquiera, este profesor tuvo un accidente de tráfico varios años atrás, por lo que su memoria dura un máximo de 80 minutos. Recuerda, sin embargo, todo lo anterior al accidente.
El profesor utiliza las matemáticas y los números como puente hacia el resto de las personas, cuando se pone nervioso, recurre a los números. A través de la asistenta, vas cogiendo un cariño especial al profesor, porque se trata también de una historia de cariño hacia los demás, de detalles.


Leyendo sobre la vida cotidiana de la asistenta, vas descubriendo detalles de las matemáticas, repasando el concepto de número primo o incluso el de sucesión.

Pero sobre todo, a mi, personalmente, esta lectura me ha hecho reflexionar sobre la importancia de la memoria, en cierto modo, eres lo que recuerdas, por mucho que los demás recuerden cosas de ti. Al ver al profesor en determinadas situaciones en las que la falta de recuerdos le crea ansiedad, me hace pensar que quizás una de mis posesiones más preciadas es, indudablemente, mis recuerdos: los buenos y los malos.


Os invito a leer esta pequeña preciosidad de doscientas páginas, además, no requiere gran concentración porque explica las matemáticas desde el punto de vista de la asistenta, una mujer que, como la gran mayoría de la gente, no las domina.



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